El pueblo español, raza aún vigorosa pese a las camadas de amorfos votantes de ZP que contaminan su caudal genético, habló alto y claro el pasado domingo, y dos cosas dijo: que quiere a Esperanza Aguirre como cabeza de lista por el PP para las generales de 2012 y que de la farsa liberticida de Bruselas no le interesan ni las coles.
Lo primero es evidente: si pese a la crisis, las cifras de paro, la ministra que equipara el aborto con ponerse tetas, el nepotismo de Chaves, los Falcon a disposición de ZP para acercarse a la esquina a comprar tabaco (no, tabaco no, que es políticamente incorrecto: mejor la marihuana que legalizarán en breve, heroína en tetrabrik o un solomillo de esos embriones que según la Aído ni son humanos), si pese a todos los escándalos y abusos del régimen progrefascista, Rajoy no consigue sacar cuatro puntos al PSOE incluso escondiéndose tras un paladín de la libertad como Mayor Oreja, entonces, amigos míos, es que los españoles no están dispuestos a tragar el caldo insulso del marianismo ni con el país cayéndose a pedazos.
Lo segundo no es menos meridiano: esta Europa que extermina nuestras libertades con sus normativas no es la que interesa a España. Ni siquiera es la Europa que interesa a Europa, donde el euroescepticismo se propaga como sífilis entre alumnos aplicados de educación para la ciudadanía. Hay que recuperar el proyecto ilusionante de una Europa moderna bebiendo de la fuente donde nació el proyecto europeo: el Sacro Imperio Romano.
El futuro de Europa brota de sus raíces cristianas, ajena a las cuales no puede crecer. Esas mismas raíces que los burócratas bruselenses, henchidos de totalitarismo laicista, arrancaron de la constitución europea pese al justo empeño de estadistas con visión de imperio como don José María Alfredo Aznar López.
La Europa que sueñan Ernesto J. Herrera y todos los españoles de bien es una Europa abierta, sin restricciones al flujo de capitales, en la que no haya imposiciones y no se obligue, por ejemplo, a casarse a los sodomitas, sino que puedan recibir un adecuado tratamiento psiquiátrico en un sistema competitivo de sanidad privada. Una Europa libre.